sábado, 27 de diciembre de 2008

Más madera



Pero qué demonios, si estaba hojeando el libraco de la Rico -Casa del Libro de Gran Vía, método de la apertura súbita, como es tradición- y en un punto cualquiera he tenido que leer un beso en que "se entrelazan los labios y también los dientes", si mi memoria espantada no me falla.
Claro está que debo de ser analfabeto, porque la campaña de promoción que le están haciendo es de campanillas. Hasta por radio la he sufrido.
Esto obedece, entre otras mafias, al estado de inanición cultural en que lleva tiempo sumergido este país. De aquellos polvos civiles nos vienen estos lodos incapaces, intolerables. Se trastoca lo evidente y surgen genios del más vivo del corral. Aunque duren centésimas.
Pero esto lo trataremos otro día con mejor temple. Ahora necesito un par de vinos. Ya.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Ahí va la mía



Eugenia Rico, una excelente escritora; su último engendro, algo muy recomendable; la espantosa portada que la adorna, el colmo del lirismo.
Hostia, qué despistado estoy. Nada me cuadra. Pero será cosa del malestar de fin de año: las mierdas me siguen pareciendo lo que son. Aunque florezcan en el terruño.

De todos modos, cuesta reconocer a las personas de antaño en las mezquindades de hogaño. Hubo un borges -creo recordar- que afeó la afición de los españoles por los malos poetas. Pienso que se refería más bien a nuestra afición al sobeteo de camisa, al do ut des. De ahí la imposibilidad de decir a quien conocemos un "sí, pero no, de ningún modo".
Probablemente pase lo mismo con el que suscribe. No lo sé. Prefiero considerarme más tonto, más alejado del cotarro, menos feliz, más lo de siempre.

Y es que debo de ser masoca, pero me gusto así.

martes, 9 de diciembre de 2008

Crudités (III)


Los que no tienen altura, cositas insustanciales.

Los que valen, y a veces valen mucho, entretenimientos, fuegos de artificio, vana fanfarria, que diría el clérigo de antaño.

¿Seguro que este es el camino para hacer algo que dentro de meses -no décadas o simples años: meses- sea posible recordar?

domingo, 7 de diciembre de 2008

Micuit (II)


De mis incursiones como lector más que atento por el grado cero de la literatura, que en los últimos tiempos compagino con tontadas del estilo de la Odisea o las Bucólicas, para rebajar tanta maravilla, he extraído enseñanzas muy provechosas.

Una de ellas es la sensación de que bastantes escritores -eso dicen que son- producen sus cosas más como terapia personal que porque se hayan planteado algo en la vida.

No sé si me explico: hablo de esos artistazos que narran porque sí las gilipolleces que les suceden cualquier día, las adoban con cierto tono existencialmente vacuo -suponiendo que lleguen a tanto- y ya está. Relato conseguido.

Todo en primera persona, por supuesto. Así no se embarullan con puntos de vista, adecuación del vocabulario, mentalidad del narrador y otras sutilezas que amargan a los demás. Que somos los tontos, desde luego. Los que nos planteamos problemas estériles y, total, para qué.

Sin ir más lejos, las cosas publicadas por cierta asociación local de escritores que me han sugerido estas reflexiones son de no parpadear. Dejando aparte a otros innombrables, varias de las chicas me han provocado experiencias psicodélicas. Hay que ver con qué gracia se expresan las jodidas. Parece que hubieran nacido para el asunto. En fin, no quiero seguir porque se me escapa el verbo y parecerá cosa de misoginia cuando se trata sólo de gusto literario. Gusto, capacidad, lecturas, cultura, inteligencia artística -y de la otra-, etcétera. Es que son insufribles, malísimas y, lo peor: no cuentan nada. Tampoco lo pretenden.

La plaga parece algo habitual, porque incluso escritores mucho más asentados -vamos a poner a Millás entre ellos- llevan bastantes libros haciendo alarde de técnica y sin contar cosa de interés.
También Menéndez Salmón, a quien he sondeado este verano, últimamente comienza con gran altura y a las veinte o treinta páginas ya suele naufragar en verborrea suficiente, en exhibiciones facilonas o en un desorden estructural que parece mentira. Con lo aplicado que se ve.

¿Queda claro ahora por qué me dedico a releer la Odisea?