domingo, 30 de enero de 2011

Dos consideraciones sobre el acto creador



Hay dos aspectos que me gusta recordar cuando me duermo en los laureles del proceso creador:

1º.- Cualquier página escrita, fotografía, estribillo de canción o escena cinematográfica, por malos que nos parezcan, exigen enormes dosis de pasión, inteligencia, cultura previa y capacidad de riesgo. Por ello, todos deben ser respetados. Sin exclusiones.

Pero no nos engañemos: respeto no quiere decir aceptación. Pueden ser una auténtica piltrafa y participar de esas dignidades. No por ello vamos a elogiarlos como si fuera el fin del mundo y todo diese lo mismo. Esa actitud, demasiado extendida entre cierto tipo de reseñistas à la violette que campan por babelias, culturales y otras hierbas volanderas, sólo confunde y lleva a justificar la inanidad creativa o la agrupación de interesados para medrar en el corralito. Cosa que ya vengo denunciando desde el principio de este blog.

2º.- La necesaria humildad que lleva el haber leído, visto y escuchado de modo crítico, de haber aprendido de los mejores, no empece para que uno esté legítimamente orgulloso de lo que produce. La autocrítica es imprescindible, pero tambíén la soberanía del autor. En uno u otro momento hemos de pensar "esto está muy bien, qué demonios". Aunque la sensación de plenitud sólo dure unos días. Aunque luego te arrepientas y mandes todo a la basura. Es parte del proceso, tanto como ver tus palabras en letra de imprenta. O en este blog.

viernes, 28 de enero de 2011

Última hora



El tontolaba del portavoz de la conferencia episcopal dice que el matrimonio civil "es un contrato mucho más leve que uno telefónico" y que es más fácil disolverlo que darse de baja en tales compañías. No así el canónico, por supuesto, que no puede disolverse. "En España, la ley no reconoce el matrimonio", termina el muy botarate.

Dejemos aparte los miles de casos en que el tribunal de la rota ha dictado nulidad con argumentos abracadabrantes, abstraigámonos de la pastizara gansa que hace falta para que dichos procesos sigan adelante. Sólo con conocer la realidad de este y otros países en que los matrimonios religiosos no se disolverán, pero las parejas sí, y vuelven a casarse por lo civil con la mayor frescura, no sé cómo tiene los huevazos de soltar tantas imbecilidades por esa boca.

A ver cuándo se dan cuenta estos señores de la infausta clerigalla: un estado aconfesional, la sociedad civil no están para satisfacer las necesidades de su facción religiosa, por muy mayoritaria que quieran hacernos creer que es.

Parece claro que se están poniendo nerviosos. Ven que se les va el negocio de siglos y no tienen la menor idea de cómo recuperarlo. Si no fueran tan rastreros casi darían pena.

jueves, 27 de enero de 2011

Dos lujazos




Algo de I Turchini, a quienes escuché (y vi, que no es lo de menos) hace una semana en el Auditorio.


Luego tocaba contemporánea, y esto es algo de lo menos salvaje que se escuchó en la misma sala cuatro días después: el Concierto para piano y orquesta de Gyorgy Ligeti, 2º movimiento.





Espléndidos los dos, n'est-ce pas? Ventajas de tener aficiones diversas.Y poca tendencia a los cortes de digestión.

lunes, 17 de enero de 2011

Ricardo Menéndez Salmón. "La luz es más antigua que el amor".



"Lux antiquior amore" es el motto que da título y organiza temáticamente la última obra de Menéndez Salmón. Una obra pensada, más que como novela en sentido estricto, como disquisición sobre el proceso creador, el artista y la obra de arte.

Me sucede algo curioso con este escritor: sus primeras páginas suelen encantarme. O, al menos, se me antojan de lo mejor que he leído en español en la temporada correspondiente. Sin embargo, no es extraño que a la mitad o antes ese mismo libro se me caiga de las manos. Bien porque ha descendido su nivel de modo estrepitoso, bien porque se adentra en unos senderos que provocan un tedio tan intenso como el entusiasmo anterior.

(Para ser justos, "La noche feroz", publicada por él mismo en KRK Ediciones, me pareció de lo más redondo. Una obra tremenda y muy bien acabada, aunque no tan atrevida y novedosa como otras de su última época).

Atrevimiento que le lleva a organizar la trama de "La luz es más antigua que el amor" como tres historias separadas en el tiempo, dos de las cuales tienen como protagonistas a artistas ficticios. Junto con ellos, aparece el mismo narrador de la novela, Bocanegra.

Ante eso, nada que objetar. Como tampoco ante la enorme maestría de sus primeras treinta o cuarenta páginas. Para quitarse el sombrero. También el comienzo del último capítulo es potente y sólido, prosa de alta calidad y gran nivel lingüístico. Pero el resto no está a la altura, ni mucho menos. A decir verdad, algunos fragmentos son lo más plúmbeo que he tenido que soportar en meses.

Tal divergencia en el plazo de pocas páginas es debida a que la novela pretende indagar en cuestiones morales o filosóficas integrando largas disquisiciones cuasi-ensayísticas en medio de la acción. De este modo, la estanca hasta el punto de que a menudo no se sabe qué pretende el autor, a dónde van a ir todas esas cogitaciones.

El intento de aunar disquisición y aventura, pensamiento y acción novelesca, que tan buenos resultados da en grandes de la talla de Borges, por poner la referencia evidente, fracasa en cierta medida en este libro. Menéndez Salmón no acaba de encajar ambos elementos y, peor aún, no logra interesar al lector.

Con todo, leyendo esta novela lo he pasado bastante mejor que en el noventa por ciento de las tontadas actuales. Estamos ante un escritor excelentemente dotado. Quizá no sabe medir sus fuerzas o poner de acuerdo sus enormes conocimientos sobre materias diversas. Da la impresión de que desea hacernos pensar sin saber bien cómo.

Yo recomiendo que para otra vez lo intente basándose exclusivamente en la acción, de modo que de ella se deduzca lo que haya de deducirse. Sin aleccionar a nadie, please. Lo ha logrado con éxito evidente en otras ocasiones, ha sido capaz de emocionar e intrigar, de atrapar al lector hasta la última página.

Así que estaremos esperando con impaciencia. De verdad.

martes, 11 de enero de 2011

Constatando la fina realidad



Aunque no sea posible, aunque pueda parecer un atropello a la razón, la vida es exactamente igual que el año pasado. Y que el anterior. Las rutinas se suceden y ni un ápice del mal que nos corroía tiene visos de disminuir.

Más aún: los inútiles, los soberbios de costumbre se ven reafirmados y no dudan en exigir indemnizaciones a quienes fueron afectados por su proceder. Porque son una panda de indeseables y, lo que es peor, tan torpes que no tienen ni idea de lo que han hecho. Prefiero pensar que es producto de pura desfachatez.

Por ello, deduzco una vez más que el cambio no está a nuestro alcance. Habra que esperar a que comience de una vez el siglo XXI.

martes, 4 de enero de 2011

The Posies, nada menos.





Visto desde la distancia, parece revelador de ciertos pudores y limitaciones. Mi pretensión es domeñarlos a voluntad, pero...

No sé cómo en estos dos años largos de tabarra bloguera todavía no he presentado una de mis aficiones más persistentes. Sin llegar a extremos de fascinación, como en alguna que conozco, son uno de mis grupos favoritos. Y en directo resultan demoledores, como suele pasar con los buenos músicos.

Sólo necesito recordar que una escena completa de "No es suficiente", mi primera novela, está situada en un concierto que casi calqué de otro suyo, real, celebrado en la sala "En Bruto" de Zaragoza, allá por mitad o finales de los noventa.

Bueno: presentados quedan. Tienen unas voces portentosas, sabia instrumentación, energía y guitarreo a troche y moche, no sé qué más se puede pedir. Su último disco, "Blood/Candy", ha hecho que me reconcilie incluso con la mejor veta melódica de los Beatles. Que ya es reconciliar.

lunes, 3 de enero de 2011

Orfandad del navegante (II)



A ver si recuerdo las últimas lecturas:

Adalbert Stifter, Patricio Pron, Junichiro Tanizaki, Mircea Eliade, ensayos sobre física cuántica, historia moderna, estética medieval y música experimental contemporánea, Kurt Vonnegut, Haruki Murakami, Homero, Menéndez Salmón, David Monteagudo, Jorge Ibargüengoitia, Petrarca, poesía de prostitutas chinas, Marina Tsvietáieva, Ian McEwan, Fiodor Dostoyewski, Arthur Machen, Virgilio, Pola Oloixarac, León Tolstoi, Ernst Jünger, Yasunari Kawabata, Klaus Mann, Mijail Bulgákov, Mark Twain, Gonzalo Torrente Ballester, Jonathan Littell, Luis de Góngora, Marcel Schwob, Georg Heym, Osip Mandelstam...

Y varias docenas más que no me vienen a la cabeza o ya están ordenados en la biblioteca: agujas en el gran pajar de la memoria.

Siendo yo quien soy, habiendo nacido en mi época y lugar, ¿alguno de estos autores me corresponde? ¿Debería haber insistido más en lo local o en lo que se lleva a cada momento? ¿No será este desarreglo el culpable de que me sienta como si nada fuera propio?

Igual me pongo ahora a leer autores aragoneses de ayer y hoy como un descosido. O a Vila-Matas y a Roberto Bolaño, que no sé qué me habrán hecho, los pobres, pero no hay manera. Con lo bien que queda citarlos. Luego pasa lo que pasa...

Orfandad del navegante



Mi sentimiento de orfandad, más que biológico,cosa que nunca me ha exasperado, podría decir que es intelectual.


Siempre me he sentido trasterrado. En pocas ocasiones coincidía con alguen que, bien por edad, bien por gustos o circunstancias culturales, había leído lo mismo, tenía idéntica sensibilidad, hablaba de modo inteligible sin esfuerzo, sin necesidad de traducción.


También por circunstancias familiares me he visto arrancado del suelo ribereño en que me había criado para pasar a la estólida aridez del desierto. Y la mayor parte de mi vida se ha disipado en resistir más que los necios, en buscar cada vez con menores expectativas, en procurar no ser abatido por los francotiradores de la inquina.

Reconozcámoslo: estamos rodeados de abúlicos profesionales que escrutan con ojos turbios al que parece mostrar el menor entusiasmo. Tienen, además, un excelente olfato para ventear caracteres excesivos. Por ello, he aprendido a callar.

Ser discreto, eufemismo que me estomaga, se ha convertido en camisa obligatoria para quien desea navegar estos remolinos que acechan bajo la superficie de bovina placidez. Y es que nada parece que se mueva. Tomemos la desgracia con resignación; la alegría, con indiferencia. No vaya a ser que se enteren.

"Nobody knows when they might wake up", como casi dice la canción. Nobody knows.