viernes, 15 de febrero de 2013

René Jacobs descompone a Haendel.

El pasado domingo hubo concierto de René Jacobs al frente de la Freiburguer Barockorchester, con la soprano Sunhae Im, la mezzo Julia Lezhneva, el alto Christophe Dumaux y el tenor Jeremy Ovenden. Tocaron "Il trionfo del Tempo e del Disinganno", obra temprana de Haendel. 

Pues bien: no me gustó demasiado la orquesta, a pesar de su innegable capacidad instrumental, no me llenó en absoluto la soprano y de Julia Lezhneva, joven estrella en ascenso a la que apenas había escuchado en disco, debo decir que tiene una voz potente pero excesiva, lineal, poco refinada para las sutilezas y adornos del período. Vamos, que salí bastante decepcionado. Comentándolo en el camino de vuelta, la obra no nos había sonado ni a barroco, y es cosa difícil tratándose de una formación reconocida como son los de Freiburgo. "En fin", pensé, "será que no he entendido su manera de atacar la obra, o que no tengo el día fino". 

Dos o tres días mas tarde leo en El País la crítica del concierto por el habitual Juan Antonio Vela del Campo. Para mi sorpresa, es bastante elogiosa. Y destaca con deleite todo lo que a mí me ha parecido horrendo y desnaturalizado. No es por dármelas de nada, pero llevo ya tiempo familiarizándome con barrocos, renacimientos y otras antiguallas para que me engañen con chucherías. Así que lo que no es, no es y nadie puede amañarlo de pronto. 




Pero sigo leyendo totalmente perplejo, hasta que el crítico reconoce que sus autores favoritos son Mozart y Haydn... ¡Acabáramos! Ahora entiendo todo. Lo que le ha complacido tanto es justamente esa falta de sentido estético, digamos, compatible con el barroco. Es decir: que la interpretación plana, rutinaria, zafia incluso, lo era porque habían aplicado un criterio clasicista y convencional a lo que es barroco hasta la médula. 

Con decir que incluso "Lascia la spina, cogli la rosa", una de mis arias favoritas de Haendel, me sonó fatal, como si el torrente de voz de la Lezhneva fuera una especie de panzer arrasando el territorio sonoro imaginado por Haendel, uno puede imaginarse la torrija mental del más bien soberbio Jacobs (1) a la hora de abordar el oratorio. 

Nos vino a la memoria la interpretación del aria por Cecilia Bartoli hace un par de meses y el contraste daba ganas de llorar. Sutileza, potencia, versatilidad, emoción, inteligencia, por un lado, y falta de naturalidad, torpeza, indecisión y poco más que buena voluntad por otro. 

Les dejo la versión de la romana. A pesar de lo tópico que es el asunto, me sigue encantando. No puedo evitarlo. 





(1) Entre otros detalles desagradables, antes de comenzar el concierto se oyó por megafonía su petición de que no aplaudiéramos salvo al final de cada parte del concierto. 
¿Y quién le dijo de antemano que el público iba a aplaudir a tutiplén? Yo, por supuesto, no lo hice. 

jueves, 14 de febrero de 2013

"Intemperie", de Jesús Carasco.




Me estaba oliendo la tostada con el alboroto que se ha producido en torno a Jesús Carrasco y su primera novela, "Intemperie". El tinglado sonaba a montaje descarado de una editorial para lanzar a la próxima vedette de las letras patrias, tal que Monteagudo hace un par de años, Mañas hace ni se sabe cuánto, Ferrero un par de vidas antes, etc. 

Pero en este caso se hablaba de referencias insólitas a estas alturas de la desolación cultural: que si Delibes, que si prosa clásica y deslumbrante,que si el mismo Benet... 

"Esto tengo que verlo yo con estos ojitos", pensé. Y me fui ese mismo domingo a la primera librería guay del centro de Madrid a hacerle sin compasión una apertura súbita (1) que ríase usted del contraespionaje nazi. 

Sin embargo, lo que vi me pareció interesante. Ya leído, tengo que decir que, aunque el estilo de Carrasco es, en efecto, algo tradicional y se remite más a modelos consolidados el siglo pasado que a perspectivas innovadoras, su dominio de la técnica y su capacidad expresiva son fascinantes. 

A veces (no pocas) desagradable, de una crueldad matizada que ahorra al lector lo más áspero, la historia de unos pocos personajes en un paisaje árido y desolado atrapa la imaginación como si se tratara de una suerte de western estepario. 

La odisea del chico y el cabrero viejo que lo recoge y procura que escape del sórdido alguacil alcanza tintes de tragedia clásica. La sobriedad de elementos materiales que muestra el autor contrasta con el vocabulario, tan rico y preciso que a veces resulta algo verboso. Echo de menos, por poner algún pero a esta modélica narración, una cierta continencia que solo proporciona la madurez. Tiempo hay para que Jesús Carrasco pula esos detalles. 


Por ahora, nos ha dejado una historia tremebunda pero ajustada, rica y extremadamente seca, con cuatro elementos narrativos que despliega sabiamente de modo que nunca cansan al lector. Lo material es tan palpable que uno siente con los personajes su misma suciedad, el calor, la sed increíble de esos parajes agostados por una sequía bíblica. 

He disfrutado como hacía tiempo no me sucedía con una novela española. Lo único que siento es que este camino no conduce, a mi entender, a nada nuevo. Pero mientras tanto, no voy a dejar de deleitarme con joyas de este calibre. 






(1) Apertura súbita: Procedimiento para tantear las características de un libro en pocos minutos que consiste en abrirlo por una o varias páginas escogidas al azar (que no contengan demasiados diálogos). Si al leer un par de párrafos todavía se sostiene en la mano, puede ser que. Si no, ni se os ocurra comprarlo.